Conclusiones y Reflexiones Finales
El tarot es un objeto de dualidad. Por un lado, su historia documentada lo sitúa firmemente en el Renacimiento italiano como un juego de cartas, una obra de arte y un pasatiempo de la nobleza.
Por otro, su rica vida simbólica es el resultado de una reinterpretación que lo transformó en un vehículo de la sabiduría esotérica, un espejo psicológico y un arquetipo narrativo.
La perdurable fascinación por el tarot no se basa en la validación de sus orígenes míticos, que la investigación histórica descarta. Su relevancia en el siglo XXI radica en su riqueza como un lenguaje visual y mnemotécnico para la exploración de la psique humana.
Las 78 cartas, cargadas de historia, simbolismo y arte, ofrecen un marco para el autoconocimiento y la reflexión. Ya sea utilizado como una herramienta lúdica, un oráculo, una ayuda psicológica o una fuente de inspiración artística, el tarot demuestra ser un sistema maleable y atemporal, un testamento a la inagotable búsqueda de significado y conexión del ser humano.